Una coctelera



Coco Loco, Piña Colada, Mojito, Caipirinhas. Todo ofrecía en Isla Múcura con la intención de aumentar las ventas y las ganancias, obvio. Fue mi primera experiencia y la disfruté. Trabajámos hasta la noche y cada tarde, cuando los turistas se retiraban, aprovechaba para disfrutar de ese mar cristalino, tan celeste como el cielo, con una calma que parecía contagiarme.

El día que llegué me sentí cómoda y hasta lo dije en voz alta. Conocí mi habitación y sonreí. No tenía ninguno de los lujos que alguna vez contemplé, pero estaba en armonía y con eso estaba feliz.

Fueron muchos los sentimientos que experimenté. Una coctelera parecía sacudir la alegría y mezclarla con el entusiasmo, la felicidad que se contagia en cada rumba con la amargura de las peleas que se suceden a menudo. La dicha de sentirse privilegiada y querida con la tristeza de ver a la comunidad olvidada por el resto de Colombia.

Pero hay algo que la coctelera no podía evitar. Que el islote se metiera en el corazón desde el inicio.

Comentarios

Entradas populares