Gotas suicidas
El suicidio es inminente. Nada puede evitar la caída. El camino la conduce a esa pendiente que la obliga a descender a una velocidad capaz de hacer temblar a la adrenalina.
El miedo invade a la gota que -como todas- sigue el recorrido. Ese curso marcado. Ese camino establecido que la lleva a la cascada. Lo sufre.
Mira a su alrededor y el resto se deja llevar por la corriente. No parecen sentir su miedo. Sólo van.
Quiere resistirse y no puede. La resignación se transforma en bronca, tristeza.
Y mientras se enoja con su destino, la gravedad la sorprende y comienza a descender de manera brusca. Padece cada milímetro. Esperando simplemente el golpe final. Recorre piedras y árboles, envidiando su inmovilidad.
Cierra los ojos justo antes del impacto, esperando el final. Y de pronto, descubre la tranquilidad. Se sumerge en un río calmo que, despacio, la lleva en dirección horizontal. Y sonríe. Encuentra nuevamente esa mansedad que nunca había querido perder.
Dura poco. Vuelve a tomar velocidad, a golpear con piedras enormes, a sacudirse, a seguir el camino y, cuando la calma reaparece, escucha una carcajada que se destaca entre todas las gotas que siguen su camino.
- ¿Te parece divertido?
- ¡Claro! ¿Acaso no lo disfrutas?
- Odio este recorrido. Odio no poder elegir el camino. Odio esas caídas, esos golpes y la incertidumbre de no saber qué va a pasar. Odio ser una gota y tener que resignarme a esta vida.
- Somos gotas y tenemos un recorrido marcado pero puedes elegir. Puedes padecer cada paso o simplemente disfrutar del camino.
- Pero quisiera ser un animal, que simplemente puede elegir su rumbo. O como los humanos capaces de decidir y de cambiar su vida.
- Pero también podrías ser una piedra, incapaz de moverse.
- Al menos tendría tranquilidad.
- ¿Acaso te gustaría vivir tu vida siempre en el mismo lugar, sin conocer, sin experimentar distintas sensaciones. Incapaz de conocer las hermosura que existe a nuestro alrededor? ¿Realmente prefieres quedarte inmóvil? ¡No eres una planta! Aprovecha la oportunidad de moverte. Agradece cada golpe, cada caída, cada calma. ¿Acaso el miedo te impide disfrutar?
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