Comienza la aventura
Los primeros diez días fueron en plan vacacional. Acompañada con mis amigos, nos limitamos a recorrer los lugares turísticos y disfrutar de la pintoresca Cartagena de Indias (más allá de sus vendedores/acosadores), las increíbles playas de Barú e Isla San Andrés; la exótica Taganga, tan querida por todos los visitantes; nuestra apreciada Santa Marta y hasta la caminata en Parque Tayrona.
Todo eso hicimos en apenas diez días. Nada que ver a lo que esperaba. Y es que después continué camino sola y, recordando el consejo de una argentina en Cartagena, decidí pasar por Tolú para conocer "las islas" que por allí están.
Debo admitir que cuando llegué a Tolú quise irme. Nada me atraía demasiado y no quería gastar plata en vano. Sin embargo, todo cambió cuando compre el "tikete" y llegué a Isla Tintipán.
El agua turquesa, calma en la soledad de una isla paradisíaca me llenaron el alma. No quería irme de ahí. Y, a poco de que la embarcación anuniciara el regreso, se acercó David. "¿Te gustó la isla?", me preguntó e inmediatamente después de mi afirmación se sacó la duda: "¿Estás sola?".
Es la pregunta más frecuente por estos días. Y en las siguientes semanas la respuesta era "Berraca". Con ese término me describían los antioqueños, paisas o cachacos que conocí en Múcura. Y es que la charla con David derivó en una oferta de trabajo para la siguiente semana.
"Estoy viendo si consigo algo para trabajar en Semana Santa, así sigo camino", le conté y se le ocurrió llevarme a vender Coco Loco a la playa vecina. "Te consigo un hospedaje barato y podés venir si querés. De pronto podría colaborarte y a mi me vendría bien", me propuso. Y acepté.
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